Después del desenlace de las propuestas debatidas y aprobadas en la Asamblea de la FCA, estamos asistiendo a las distintas reacciones derivadas, mayormente en desacuerdo como se puede comprobar en la cascada de Post que se han recibido como apostillas a la
crónica que hemos publicado sobre el cónclave asambleario del sábado en La Palma, de cuyos resultados muy pocos parecen haber quedado satisfechos.
Como primera valoración que me sugiere el nuevo nombre de los certámenes regionales, es que se trata de simple y puro eufemismo para enmascarar una reducción de las pruebas puntuables muy mal planificada y peor ejecutada, ya que se perjudica a todos los actores, desde los deportistas hasta los organizadores, pues el mapa resultante ha derivado en un desequilibrio notable perjudicando en general a los pilotos lanzaroteños y a los organizadores palmeros de Montaña, que han pasado de tres subidas a solo una en el ámbito regional. Por otra parte, la supresión de las clases y los puntos que antes se atribuían en este apartado, discrimina de forma absoluta a los participantes con monturas modestas al quedar estar excluidas de facto en sus opciones, y por lo tanto sin motivación para aspirar a puestos más o menos honorables como necesario argumento ante sus patrocinadores.
Esta reducción de las pruebas valederas para los campeonatos empezó a ser manejado por Carlos Gaztañaga desde hace varias temporadas, cuando el exceso de participantes en montaña y rallies amenazaba con “morir de éxito” a algunas modalidades. Hay que recordar los 180 inscritos en la Subida a Tamaimo, o los 160 en el Rallye de Adeje, como ejemplos más significativos. Se trató de frenar esta expansión “capando” los grupos T y la creación de los grupos TA y TB, cuyos efectos en términos numéricos no fueron los deseados.
En vista de lo anterior, en 2008 se empezó a manejar desde La Palma el “Campeonato Autonómico” y la idea de atacar la reducción de pruebas. Pero la ejecución fue dilatándose temporada tras temporada, al mismo tiempo que la economía iba debilitándose en la región con más paro de España, que alcanza al 50 por ciento de los jóvenes y con una destrucción alarmante del tejido comercial, industrial y profesional, con el consiguiente descenso de participantes, tanto en términos numéricos -del 50 al 60 por ciento- como en calidad de monturas. En Canarias se llegaron a contabilizar 13 WRC activos, de los cuales han quedado dos o tres con programas muy restrictivos.
Lo que era viable y recomendable hace media docena de años, hoy no tiene sentido. Más aún si se tiene en cuenta que las condiciones para puntuar en los campeonatos de rallies y montaña se han endurecido al exigirse cuatro resultados en islas distintas, cuando un piloto tenga dos resultados en una sola isla, el peor de ellos no bloquea, con lo cual la elaboración de los campeonatos se convierte en un galimatías del que compadezco al responsable de elaborar las clasificaciones por el sudoku que le cae encima. y ¡más madera! en el Campeonato de Montaña se retendrán los siete resultados, para “abaratarlo” aun más....
Hasta ahora, un deportista podía aspirar a primeros puestos con un par de salidas, eligiendo islas y escenarios cercanos por su mayor economía. Ahora nos podemos imaginar a los pilotos de Lanzarote viajando a La Palma y a los palmeros desplazándose a Gran Canaria y Lanzarote, por ejemplo. Y es que los iluminados muñidores de los Campeonatos Autonómicos se han colgado una medalla de cartón piedra, porque deberían haber empezado por dotarlos económicamente de forma que existiera al menos una motivación, ya que hace tiempo desaparecieron aquellas suculentas bolsas de premios en metálico que se repartían incluso en el rallye más modesto.
Con esta tremenda y cara logística en desplazamientos, resulta más barato desplazarse a la península que hacerlo entre islas periféricas...
Por si todo esto no fuera bastante, tenemos un calendario de rallies sobre asfalto que parece diseñado por el mayor enemigo de la especialidad. Empieza en el Rallye Islas Canarias-El Corte Inglés, donde el año pasado ya se vio que no tuvo respuesta participativa, a pesar del coeficiente 12 que tenía, ahora se le intentó mantener de forma proporcional con el 1,2 pero no se aprobó, a cambio de limitar la clasificación autonómica a la primera etapa. Medida absurda, pues ya se ha demostrado con la especialidad modesta del Trofeo de Promoción, que todos sus participantes no resisten la tentación de seguir en la segunda etapa y aspirar a la clasificación final.
Después del euro-rallye en el mes de marzo, el campeonato “descansa” hasta el mes de julio que se va a La Palma, para terminar en un acelerón brutal de cinco pruebas entre 15 de septiembre y el 10 de noviembre. Una acumulación imposible de asumir por el más acaudalado de nuestros pilotos. Lo que podía ser medianamente factible en los tiempos felices de los generosos patrocinios de las tabaqueras, las telefónicas y varios etcéteras, en la actualidad es una utopía absolutamente irrealizable.
Y es que los organizadores en la actualidad no disponen de otra percha económica que la de los ayuntamientos, proponiéndoles el rallye como un atractivo número en el programa de las fiestas de la localidad, en lugar de reivindicar la importancia que aún sigue teniendo el automovilismo como ente singular en cualquier época del año, en lugar de equipararlo a una escala en hi-fi, por ejemplo. Y mucho cuidado con los patrocinios institucionales, porque también estamos en la pendiente de las vacas flacas y todos los días asistimos a diversas muestras de las penurias económicas de las arcas municipales, desde los ERE para su personal hasta el cierre de centros asistenciales y clausura de programas sociales. De seguir en esa línea, y estamos ante la perspectiva de dos años más en creciente recesión nacional, el maná de los consistorios está a punto de agotarse. Esto lo saben bien algunos organizadores, que tienen pendiente de cobro subvenciones de 2010 y 2011.
La Federación Canaria de Automovilismo ha visto reducida la subvención de la Dirección General de Deportes en un 42%, pero ni este ejemplo les ha servido como reflexión de que NO HAY DINERO, que se debe recortar, pero no disminuyendo el número de pruebas, sino el presupuesto necesario para seguir los campeonatos, que con la nueva fórmula se ha encarecido considerablemente.
Esta situación viene en gran parte derivada de las improvisaciones, de los acuerdos de última hora, pasando de cuatro a siete los rallies del Campeonato Regional o Autonómico, en una Asamblea que ha perdido aquella cohesión que la caracterizaba en tiempos pasados y que ahora se ha convertido en un reino de taifas, donde se defienden posturas personales y no de interés regional, donde se pasa factura a las diferencias entre los asambleístas. En definitiva, donde el deporte ha perdido su peso específico para ser objeto de trueque en los pírricos triunfos personalistas.
Con el invento del eufemismo “autonómico” todo sigue igual, pero con la excepción de que el apartado económico se ha endurecido notablemente para los deportistas, siendo contadísimos los afortunados que tendrán a su alcance los presupuestos económicos para seguir unos programas que parecen elaborados por una agencia de viajes promoviendo campañas turísticas en el mejor estilo de aquel slogan “canario conoce tu tierra”.
Y lo comentado para los rallies de asfalto, es igualmente valedero para la montaña, los rallies sobre tierra y los slaloms.
La consecuencia final será el reforzamiento de los campeonatos provinciales, e incluso insulares, ante la imposibilidad de cubrir unos capítulos económicos prohibitivos en las circunstancias actuales. Por otra parte, se da el caso de que algunos de los pocos afortunados que tienen esta posibilidad, con toda lógica han elegido la opción de seguir certámenes nacionales, que no salen más caros que los regionales, ahora llamados “autonómicos”, cuya nueva definición parece tener menos entidad que la anterior “regional”.
El tiempo dará y quitará razones. Por el bien de nuestro automovilismo, ojalá mis pesimistas impresiones no se cumplan. Prefiero perder mi valoración personal antes que asistir al desmoronamiento deportivo.
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